Luis, como buen contador, trabajaba de sol a sol para de alguna forma obtener mayores ganancias que las que dejaba su profesión. Era el año de 1961 y su vivienda ubicada en la Colonia Ferrocarril, cerca de los cementerios de San Salvador, La Bermeja y el General, tenía que pasar religiosamente en su carro todos los días cerca de las 11 o 12 de la noche cuando regresaba de su ardua labor. Estaba casado, con 2 hijos y un trabajo fructificante que lo tenía muy feliz.
Un sábado 16 de marzo decidió irse a emborracharse con sus amigos y compañeros de trabajo al Bar El Espinazo, por la 29 Calle Poniente. Era ya de madrugada cuando salieron y estaba tan borracho que no podía mantenerse en pie así que le pidió a un compañero que vivía por la Plaza Bolívar que lo dejara cerca, que el iría a su casa caminando.
La colonia Ferrocarril queda cerca del Mercado Central, donde existen siempre rateros que aprovechan la oscuridad para cometer fechorías. Esa noche, Luis que tenía un aguante bárbaro para el alcohol aun podía mantenerse en pie. El hecho de dejar su carro parqueado en el bar fue por precaución más que otra cosa. A el le gustaba caminar, de no ser que decidió irse no por el Mercado Central por temor de ser asaltado por lo que se fue recto del parque Bolívar a salir por el Boulevard Venezuela. En el trayecto era obligatorio pasar por ambos cementerios que dividían la calle. Como escéptico y dado que en 1961 la delincuencia no estaba tan descontrolada como ahora, decidió acortar el camino rumbo al cementerio y así ahorrarse 15 minutos de caminar. En su mente estaba preparando lo que iba a hacer la mañana de ese domingo: descansar y salir con su familia a dar una vuelta al Parque Saburo Hirao, antes tenía que recoger el carro…..
El Cementerio General está dividido por sectores, existen lugares exclusivos para comunidades extranjeras, como la colonia española, el sector de los judíos, los ingleses y alemanes, así como los nichos destinados a los gringos. Las criptas están bien elaboradas. Luis pensaba en su fecha de muerte, le atemorizaba el saber que algún día tenia que morir. El no creía en la vida más allá pero sentía el tener que dejar este mundo algún día. Al pasar por las criptas comunes le sorprendió ver una especie de humo fluorescente salir de la mayoría de tumbas. Sabía de antemano que podría ser por el fósforo que desprenden los cuerpos al descomponerse y al combinarse con el rocío producía ese efecto. Le sorprendió ver una tumba semiabierta en la cual un búho descansaba, sus ojos eran exorbitantes y el sonido estremecedor. Confiando en su valentía se dispuso a sentarse en la cripta. Leyó el epitafio que decía: “María de los Ángeles, buena madre, esposa e hija, San Salvador, 17 de marzo de 1941. Al ver su reloj se dio cuenta que ya era domingo y exactamente esa fecha. Pensó: “pobre anciana, donde fue a quedar, yo que ella, exigiría antes de morir ser enterrado en una cripta bonita en un camposanto digno no como este….”
Tres pasos había dado cuando sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, sintió que la piel se le desgarraba, una sed que no era producto de la resaca sino algo más sofocante, sus piernas le temblaban, así que se armó de valor y volvió a ver hacia atrás….el cuerpo putrefacto casi momificado de la señora estaba de pie frente a él. En 20 años de descomposición, el pelo cano aun se conservaba, los ojos casi se salían de sus órbitas, su boca estaba reventada, su piel amarillenta, su cintura casi desecha de tanta carne enterrada. Inmediatamente, Luis casi se desmaya pero pensaba que sería peor el ignorar lo que le hacían si caía desplomado así que solo balbuceó:
- Qui….en…..es ud?
La voz le respondió: Soy María de Los Ángeles, a quien ud insultó.
Yo…..respondió Luis….no sabía……no se preocupe increpó la señora.
Inmediatamente una carcajada rebozó el cuerpo de la señora, era espeluznante, de su boca salían gusanos que se revolvían arrancando la poca carne que quedaba del cuerpo frío de la señora y de repente; Luis no se sentía solo……a su alrededor observó como 3 cadáveres más se levantaban….uno de ellos, hombre, de buen vestir, aun tenía los anteojos con los que había sido sepultado. Prácticamente, la cara era solo ya la calavera y dejaba mostrar nada más, sus dientes y lengua con los que emitía sonidos pero inentendibles.
Otro cuerpo más, el de una niña con un vestido rosado emergía a su alrededor, llorando desconsoladamente, gritaba pidiendo auxilio y cayó desplomada.
El último ser era un hombre de apariencia negra, no podía pararse puesto que sus huesos estaban desechos, caminaba arrastrándose. Su piel estaba terriblemente lacerada y gritaba despavoridamente. Luis se daba cuenta que estaba ante unos completos zombis, muertos vivientes, parecidos a los que salían en una película famosa de George Romero, pensaba que era un sueño. El negro cadáver se retorcía de dolor y angustia implorando a Luis que lo salvase del terrible tormento que lo acongojaba.
- Por favor, no más por favor. Piedad, Dios Mío, piedad…..gritaba aterrorizado el último cadáver.
Luis no podía mas, preguntóle al cadáver cual era su pena y este no parecía oírle, solo gritaba pidiendo misericordia, estaba en un lugar de tormento, un lugar horrible narrado y parecido como el infierno de Dante, pedía perdón por sus pecados pero no era escuchado, ya era demasiado tarde. Luis clamó al cielo pidiendo una respuesta. Era todo vacío, no había solución, moriría de pavor, encontrarían su cadáver al día siguiente y dirían que murió de miedo por pasar el cementerio, no quería parecer un cobarde……
De pronto, una espesa lluvia apareció por los cielos, esta parecía ser azufre o lava volcánica que caía despiadadamente sobre los cuerpos de los muertos vivientes. Todos se retorcían cual gusanos salados, la niña con vestido rosado era la que más sufría, sus gritos volvían loco a todo aquel que lo escuchara y Luis salió corriendo……no encontraba la salida y se dio cuenta que a su alrededor casi todos los cadáveres se habían salido de sus tumbas pidiendo clamor al Ser Supremo, estos ya no podían ser escuchados, Luis podía verlos y ellos también a el, pero no podían hacerle daño, parecían templarios, aquellas personas que bajo la guerra francesa eran sacrificados y antes de morir, les sacaban los ojos. Era terrible y Luis cayó a un foso que no pudo ver por culpa de la lluvia. El gritaba, desesperado pidiendo auxilio, su respiración era corta producto de la falta de oxígeno, lloraba desesperado, sintió de repente el cuerpo de un muerto frente a el. Vio con espanto aquel hombre que a su parecer tenia apenas 15 días de ser enterrado, estaba asqueroso, sus ojos habían perdido la pupila, se movía y esto hacia casi infartar a Luis que hacia esfuerzos sobrehumanos para salir de ahí.
En un momento de desesperación, Luis invocó al creador pidiendo perdón por sus pecados. Lloraba al recordar cuando hace 2 años asesinó a sangre fría a un ladrón al que quitó su arma y éste pidiéndole perdón para que no lo matase, Luis lo asesinó cruelmente disparándole en cada parte del cuerpo. La primera bala atravesaba la pierna, la segunda la cintura, otra mas en la mano y tres mas en la cara para rematar con un disparo a la sien. El ladrón caería inerte al piso y Luis que cuidadosamente se llevó el arma, la mandó a fundir para cortar evidencia. Sabía que era inocente puesto que fue en defensa propia pero tenía miedo que la justicia se pusiera en contra de él.
Luis veía pasar su vida en segundos, parecía toda una regresión, recordaba cuando era bebé, cuando se casó, cuando andaba en bicicleta, su primer trabajo, todo, era un sinnúmero de recuerdos que aparecían lucidamente y finalmente cayó.
A la mañana siguiente, el vigilante y un mozo encontraron su cuerpo aun con vida y lo llevaron al Hospital Rosales donde se le decretó oficialmente la muerte. Sería enterrado al día siguiente. Al momento de efectuar la autopsia, el médico forense efectuó el corte abdominal cuando Luis estrepitosamente volvió en sí……había sufrido una catalepsia producto de lo acontecido en la madrugada y el médico forense casi se muere del susto.
Luis no volvió a ser el mismo, continuamente hablaba solo y balbuceaba frases inentendibles. Al morir su esposa, 15 años más tarde, fue recluido en el Hospital Psiquiátrico donde actualmente pasa sus últimos días. En este tiempo ha sufrido visiones terroríficas y es sedado a cada rato producto de ello. Luis sabe que lo que vivió es cierto, lo que no sabe es que aun falta lo peor cuando fallezca.
lunes, 19 de enero de 2009
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